Se alzó, triunfante, la Santa y Verdadera Cruz de nuestra Salvación, el más noble Árbol que vieron los bosques. Madero de Vida por el que fueron vencidos la muerte y el pecado. Así lo estableció Dios Padre, en su omnipotencia.
De ella brotó el Divino Fruto que pendió por nosotros, el Santísimo Cristo. Que se hizo Pan de Vida para entregarse por nosotros.
Y del Divino Fruto manó la Preciosísima Sangre, el dulce néctar que fue derramado por el género humano para el perdón de nuestros pecados.
Pan y vino transustanciados que nos otorgan la puerta a la vida eterna.
¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar!
¡Y la Virgen concebida sin pecado original!