Celebramos hoy la Solemnidad de la Natividad del Señor, día en el que el Santísimo Cristo, para cumplir con el edicto de redención, establecido al principio de los tiempos, se abajó a la condición humana tras haberse encarnado en el seno de la Santísima Virgen, naciendo en un pobre pesebre de Belén. De esta forma experimentaría la carne y posteriormente los rigores del sufrimiento físico y la muerte. Pues el Santísimo Cristo no vino al mundo para vivir, sino para morir por la salvación del género humano. En el pesebre de Belén se iniciaba el camino hacia el Calvario, donde el Santísimo Cristo abrazaría el Árbol de la Cruz y se entregaría al mismo, pendiendo como Divino Fruto.
Parte de la Santísima Trinidad, verdadero Dios.
Señor de los Patriarcas.
Revelado por los Profetas.
Anunciado por el Ángel.
Encarnado en la Santísima Virgen, de Inmaculada Concepción y plena de Dolores.
Adorado por los Pastores y Magos.
Instruido por el Bendito Patriarca San José y la Santísima Virgen.
Anunciado por Juan el Bautista.
Seguido por los Apóstoles y Discípulos.
Perseguido, acosado y torturado por las autoridades judías y romanas.
Muerto en el Árbol de la Cruz.
Rescate para los justos acogidos en el Seno de Abrahán.
Resurrecto a los cielos.
Rey sobre todo rey.
Rey de todo lo creado.
Ven Sol Invicto, Sol de Justicia, Santísimo Cristo, ofrécenos la esperanza del nuevo día y de la vida futura, y protégenos siempre de todo mal. Que sepamos acogerte en nuestra vida, cumpliendo tu voluntad y perseverando siempre en lo que el Padre espera de nosotros.
Amén.
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