«…Aquel divino trofeo,
como pronóstico santo,
el invicto Constantino
miró en el cielo estampado,
y santa Elena llegó
a los lugares sagrados,
a descubrir el tesoro
que salvó al género humano,
y halló el lugar escondido
a dónde estaba encerrado
aquel diamante del cielo
perdido por tiempo tanto.
Cantad loores a la Cruz
salid por vegas y campos;
coged las flores más bellas
y vestid la Cruz de ramos,
pues os las brinda la aurora
de esta mañana de mayo».
Fernán Caballero.